La Nueva Política Internacional Sudamericana
Nueva Política Internacional Sudamericana Presencian en estos momentos los estados sud – americanos, con sorpresa y disimulada inquietud, la iniciación de una nueva política llamada á ejercer grande influencia en los futuros destinos de esta sección del continente americano.


La política internacional latinoamericana se enfrenta a un difícil panorama. El declive de Estados Unidos, el ascenso de China o la crisis de la globalización neoliberal son ideas que alimentan la imagen de un mundo en transición. En este marco, los países de la región parecen inclinarse por estrategias individualistas que, bajo una lógica del «sálvese quien pueda», no hacen más que erosionar las instancias colectivas de toma de decisiones. El resultado: un escenario de atomización que potencia la vulnerabilidad de los diferentes países y limita sus márgenes de acción frente a las grandes potencias.
El dilema de la globalización
Hoy, como en los años 90, el concepto «globalización» vuelve a estar de moda y asumir el centro de las discusiones y se convierte en uno de los ejes claves que marcan la llamada transición del sistema internacional con la cual deben lidiar los países latinoamericanos. Lo incipiente de la cuestión ha despertado diferentes interpretaciones y puntos de vista. Fundamentalmente, porque no termina de quedar en claro si la globalización se encuentra en crisis o si está simplemente atravesando una nueva etapa.
Conclusiones: entre el optimismo y el pesimismo
Todo lo hasta aquí expuesto suele desembocar en diferentes estados anímicos. Para los más optimistas, el orden internacional vigente podrá ser adaptado e incluso mejorado para que actúe como fuerza de paz entre los grandes poderes y transfiera sus beneficios a los Estados de menor tamaño. Esto se arraiga en una serie de premisas, entre las cuales se destaca que la globalización ha contribuido a reducir la pobreza en diferentes partes de los países del Sur global. Hace poco tiempo, The Economist mostraba cómo en los últimos 40 años en esta región del mundo se había reducido la pobreza, sobre todo en zonas urbanas. Desde la visión más optimista, el orden global liberal seguirá existiendo y continuará transformando –positivamente– la vida de miles de millones de personas. Los cambios en las dinámicas comerciales no habrán de impactar en el ámbito financiero o tecnológico, ni en las redes de comunicación o en el transporte.

La política internacional latinoamericana se encuentra, así, en una nueva etapa de atomización. Las acciones y percepciones encontradas en torno de la distribución del poder, la globalización y la estrategia de inserción internacional demuestran que esto no habrá de revertirse a corto plazo, algo que resulta directamente funcional a los intereses de las grandes potencias y de los sectores privilegiados de los países de la región. La concepción del otro como socio transitorio o incluso como competidor no hará más que profundizar esa tendencia. Lo que no parecería estar teniéndose en cuenta durante estos tiempos es el hecho de que el destino de nuestras naciones se encuentra profundamente atado y que los males del vecino no implican una oportunidad para sacar ventaja, ya sea en la región o fuera de ella. Representan, en cambio, un problema más en un escenario de por sí hostil e incierto. Hasta un informe recientemente publicado por el Banco Mundial planteó que el despegue de América Latina requiere de integración y transferencia de recursos y conocimiento. Así y todo, existen fuerzas que continúan presionando para volver a foja cero, barajar y dar de nuevo.